Actividad 06.
INTRODUCCIÓN AL PROCESADOR DE TEXTO.
Observa un documento creado en un procesador de texto proporcionado por el docente e identifica las palabras homófonas, errores de ortografía, de gramática Utilizando las herramientas de ortografía y gramática corrige los errores que identificaste en el documento anterior. Con ayuda del teclado y ratón practica mover, copiar y cortar segmentos de texto en el mismo documento para mejorar su estructura. Busca sinónimos (apoyándote con la herramienta de sinónimos del procesador de texto) de palabras que no comprendas con claridad, para reemplazarlas. Busca palabras homófonas y analiza si no interfieren con el sentido y significado de las oraciones. Localiza palabras correctamente escritas que sean marcadas como errores ortográficos.
LAS BATALLAS EN EL DESIERTO
JOSÉ EMILIO PACHECO
POR HONDO QUE SEA EL MAR PROFUNDO.
El pleito convenció a Jim de que yo era su amigo. Un viernes hizo lo que nunca había hecho: me invitó a merendar en su casa. Qué pena no poder llevarlo a la mía. Subimos al cuarto piso y abrió la puerta. Traigo llave porque a mi mamá no le gusta tener sirvienta. El departamento olía a perfume, estaba ordenado y muy limpio. Muebles flamantes de Sears Roebuck. Una foto de la señora por Semo, otra de Jim cuando cumplió un año (al fondo el Golde Gate), varias del Señor con el Presidente en ceremonias, en inauguraciones, en el Tren Olivo, en el avión Mexicano, en fotos de conjunto. “El Cachorro de la Revolución “y su equipo: los primeros universitarios que gobernaban el país. Técnicos, no políticos. Personalidades morales intachables, insistía la propaganda.
Nunca pensé que la madre de Jim fuera tan joven, tan elegante y sobre todo tan hermosa. No supe qué decirle. No puedo describir lo que sentí cuando ella me dio la mano. Me hubiera gustado quedarme allí mirándola. Pasen por favor al cuarto de Jim. Voy a terminar de prepararles la merienda. Jim me enseñó su colección de plumas atómicas (los bolígrafos apestaban, derramaban tinta viscosa; eran la novedad absoluta aquel año en que por última vez usábamos tintero, manguillo, secante), los juguetes que el Señor le compró en Estados Unidos: cañón que disparaba cohetes de salva, cazabombarderos de propulsión a chorro, soldados con lanzallamas, tanques de cuerda, ametralladoras de plástico (apenas comenzaban los plásticos), tren eléctrico Lionel, radio portátil. No llevo nada de esto a la escuela porque nadie tiene juguetes así en México. No, claro, los niños de la Segunda Guerra Mundial no tuvimos juguetes. Todo fue producción militar. Hasta la Parker y la Esterbrook, leí en Selecciones, fabricaron materiales de guerra. Pero no me importaban los juguetes. Oye, ¿cómo dijiste que se llama tu mamá? Mariana. Le digo así, no le digo mamá. ¿Y tú? No, pues no, a la mía le hablo de usted; ella también les habla de usted a mis abuelitos. No te burles Jim, no te rías.
Pasen a merendar, dijo Mariana. Y nos sentamos. Yo frente a ella, mirándola. No sabía qué hacer: no probar bocado o devorarlo todo para halagarla. Si como, pensará que estoy hambriento; si no como, creerá que no me gusta lo que hizo. Mastica despacio, no hables con la boca llena. ¿De qué podemos conversar? Por fortuna Mariana rompe el silencio. ¿Qué te parecen? Les dicen Flying Saucers: platos voladores, sándwiches asados en este aparato. Me encantan, señora, nunca había comido nada tan delicioso. Pan Bimbo, jamón, queso Kraft, tocino, mantequilla, kétchup, mayonesa, mostaza. Eran todo lo contrario del pozole, la birria, las tostadas de patas, el chicharrón en salsa verde que hacía mi madre. ¿Quieres más platos voladores? Con mucho gusto te los preparo. No, mil gracias, señora. Están riquísimos pero de verdad no se moleste.
Ella no tocó nada. Habló, me habló todo el tiempo. Jim callado, comiendo uno tras otro platos voladores. Mariana me preguntó: ¿A qué se dedica tu papá? Qué pena contarle: es dueño de una fábrica, hace jabones de tocador y de lavadero. Lo están arruinando los detergentes. ¿Ah sí? Nunca lo había pensado. Pausas, silencios. ¿Cuántos hermanos tienes? Tres hermanas y un hermano. ¿Son de aquí de la capital? Sólo la más chica y yo, los demás nacieron en Guadalajara. Teníamos una casa muy grande en la calle de San Francisco. Ya la tumbaron. ¿Te gusta la escuela? La escuela no está mal aunque – ¿verdad Jim? – nuestros compañeros son muy latosos.
Bueno, señora, con su permiso, ya me voy. (¿Cómo aclararle: me matan si regreso después de las ocho?). Un millón de gracias, señora. Todo estuvo muy bueno deberás. Voy a decirle a mi mamá que compre el asador y me haga platos voladores. No hay en México, intervino por primera vez Jim. Si quieres te lo traigo ahora que vaya a los Estados Unidos.
Aquí tienes tu casa. Vuelve pronto. Muchas gracias de nuevo, señora. Gracias Jim. Nos vemos el lunes. Cómo me hubiera gustado permanecer allí para siempre o cuando menos llevarme la foto de Mariana que estaba en la sala. Caminé por Tabasco, di vuelta en Córdoba para llegar a mi casa en Zacatecas. Los faroles plateados daban muy poca luz. Ciudad en penumbra, misteriosa colonia Roma de entonces. Átomo del inmenso mundo, dispuesto muchos años antes de mi nacimiento como una escenografía para mi representación.
Una sinfonía tocaba el bolero. Hasta ese momento la música había sido nada más el Himno Nacional, los cánticos de mayo en la iglesia, Cri Cri, sus canciones infantiles – Los caballitos, Marcha de las letras, Negrito sandía, El ratón vaquero, Juan Pestañas – y la melodía circular, envolvente, húmeda de Ravel con que la XEQ iniciaba sus transmisiones a las seis y media, cuando mi padre encendía el radio para despertarme con el estruendo de la Legión de los Madrugadores. Al escuchar el otro bolero que nada tenía que ver con el de Ravel, me llamó la atención la letra. Por alto esté el cielo en el mundo, por hondo que sea el mar profundo.
Miré la avenida Álvaro Obregón y me dije: Voy a guardar intacto el recuerdo de este instante porque todo lo que existe ahora mismo nunca volverá a ser igual. Un día lo veré como la más remota prehistoria. Voy a conservarlo intacto porque hoy me enamoré de Mariana. ¿Qué va a pasar? No pasará nada. Es imposible que algo suceda. ¿Qué haré? ¿Cambiarme de escuela para no ver a Jim y por tanto no ver a Mariana? ¿Buscar una niña de mi edad? Pero a mi edad nadie puede buscar a ninguna niña. Lo único que puede es enamorarse en secreto, en silencio, como yo de Mariana. Enamorarse sabiendo que todo está perdido y no hay ninguna esperanza.
Apoyándote con el procesador de texto, realiza un documento donde:
a) Escribas una frase diez veces. (una por una).
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
b) Copies la frase diez veces. (ocupando la opción copiar y pegar).
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
c) Muevas las últimas frases a la parte superior del documento, (ocupando la opción cortar y pegar).
Al terminar redacta en el procesador de textos tus conclusiones sobre la necesidad de dominar las diferentes operaciones básicas de edición de texto. (Qué se te hizo más fácil, donde tardaste menos tiempo, si es que dominas las tareas básicas, etc.).
El primer ejercicio se me hizo un poco tardado ya que tenía que escribir una por una la frase y esta tenía que estar diez veces y fue un poco cansado, en el inciso b) teníamos que ocupar copiar y pegar y esto lo teníamos que hacer de igual manera diez veces en este punto estuvo fácil ya que todo se hizo rápido y por ultimo en el inciso c) de igual manera estuvo fácil. Con este ejercicio nos damos cuenta de que en algunas cosas lo podemos hacer rápido y tenemos mejor el control de las teclas y así nos tardamos menos en hacer cada punto o trabajo.
INTRODUCCIÓN AL PROCESADOR DE TEXTO.
Observa un documento creado en un procesador de texto proporcionado por el docente e identifica las palabras homófonas, errores de ortografía, de gramática Utilizando las herramientas de ortografía y gramática corrige los errores que identificaste en el documento anterior. Con ayuda del teclado y ratón practica mover, copiar y cortar segmentos de texto en el mismo documento para mejorar su estructura. Busca sinónimos (apoyándote con la herramienta de sinónimos del procesador de texto) de palabras que no comprendas con claridad, para reemplazarlas. Busca palabras homófonas y analiza si no interfieren con el sentido y significado de las oraciones. Localiza palabras correctamente escritas que sean marcadas como errores ortográficos.
LAS BATALLAS EN EL DESIERTO
JOSÉ EMILIO PACHECO
POR HONDO QUE SEA EL MAR PROFUNDO.
El pleito convenció a Jim de que yo era su amigo. Un viernes hizo lo que nunca había hecho: me invitó a merendar en su casa. Qué pena no poder llevarlo a la mía. Subimos al cuarto piso y abrió la puerta. Traigo llave porque a mi mamá no le gusta tener sirvienta. El departamento olía a perfume, estaba ordenado y muy limpio. Muebles flamantes de Sears Roebuck. Una foto de la señora por Semo, otra de Jim cuando cumplió un año (al fondo el Golde Gate), varias del Señor con el Presidente en ceremonias, en inauguraciones, en el Tren Olivo, en el avión Mexicano, en fotos de conjunto. “El Cachorro de la Revolución “y su equipo: los primeros universitarios que gobernaban el país. Técnicos, no políticos. Personalidades morales intachables, insistía la propaganda.
Nunca pensé que la madre de Jim fuera tan joven, tan elegante y sobre todo tan hermosa. No supe qué decirle. No puedo describir lo que sentí cuando ella me dio la mano. Me hubiera gustado quedarme allí mirándola. Pasen por favor al cuarto de Jim. Voy a terminar de prepararles la merienda. Jim me enseñó su colección de plumas atómicas (los bolígrafos apestaban, derramaban tinta viscosa; eran la novedad absoluta aquel año en que por última vez usábamos tintero, manguillo, secante), los juguetes que el Señor le compró en Estados Unidos: cañón que disparaba cohetes de salva, cazabombarderos de propulsión a chorro, soldados con lanzallamas, tanques de cuerda, ametralladoras de plástico (apenas comenzaban los plásticos), tren eléctrico Lionel, radio portátil. No llevo nada de esto a la escuela porque nadie tiene juguetes así en México. No, claro, los niños de la Segunda Guerra Mundial no tuvimos juguetes. Todo fue producción militar. Hasta la Parker y la Esterbrook, leí en Selecciones, fabricaron materiales de guerra. Pero no me importaban los juguetes. Oye, ¿cómo dijiste que se llama tu mamá? Mariana. Le digo así, no le digo mamá. ¿Y tú? No, pues no, a la mía le hablo de usted; ella también les habla de usted a mis abuelitos. No te burles Jim, no te rías.
Pasen a merendar, dijo Mariana. Y nos sentamos. Yo frente a ella, mirándola. No sabía qué hacer: no probar bocado o devorarlo todo para halagarla. Si como, pensará que estoy hambriento; si no como, creerá que no me gusta lo que hizo. Mastica despacio, no hables con la boca llena. ¿De qué podemos conversar? Por fortuna Mariana rompe el silencio. ¿Qué te parecen? Les dicen Flying Saucers: platos voladores, sándwiches asados en este aparato. Me encantan, señora, nunca había comido nada tan delicioso. Pan Bimbo, jamón, queso Kraft, tocino, mantequilla, kétchup, mayonesa, mostaza. Eran todo lo contrario del pozole, la birria, las tostadas de patas, el chicharrón en salsa verde que hacía mi madre. ¿Quieres más platos voladores? Con mucho gusto te los preparo. No, mil gracias, señora. Están riquísimos pero de verdad no se moleste.
Ella no tocó nada. Habló, me habló todo el tiempo. Jim callado, comiendo uno tras otro platos voladores. Mariana me preguntó: ¿A qué se dedica tu papá? Qué pena contarle: es dueño de una fábrica, hace jabones de tocador y de lavadero. Lo están arruinando los detergentes. ¿Ah sí? Nunca lo había pensado. Pausas, silencios. ¿Cuántos hermanos tienes? Tres hermanas y un hermano. ¿Son de aquí de la capital? Sólo la más chica y yo, los demás nacieron en Guadalajara. Teníamos una casa muy grande en la calle de San Francisco. Ya la tumbaron. ¿Te gusta la escuela? La escuela no está mal aunque – ¿verdad Jim? – nuestros compañeros son muy latosos.
Bueno, señora, con su permiso, ya me voy. (¿Cómo aclararle: me matan si regreso después de las ocho?). Un millón de gracias, señora. Todo estuvo muy bueno deberás. Voy a decirle a mi mamá que compre el asador y me haga platos voladores. No hay en México, intervino por primera vez Jim. Si quieres te lo traigo ahora que vaya a los Estados Unidos.
Aquí tienes tu casa. Vuelve pronto. Muchas gracias de nuevo, señora. Gracias Jim. Nos vemos el lunes. Cómo me hubiera gustado permanecer allí para siempre o cuando menos llevarme la foto de Mariana que estaba en la sala. Caminé por Tabasco, di vuelta en Córdoba para llegar a mi casa en Zacatecas. Los faroles plateados daban muy poca luz. Ciudad en penumbra, misteriosa colonia Roma de entonces. Átomo del inmenso mundo, dispuesto muchos años antes de mi nacimiento como una escenografía para mi representación.
Una sinfonía tocaba el bolero. Hasta ese momento la música había sido nada más el Himno Nacional, los cánticos de mayo en la iglesia, Cri Cri, sus canciones infantiles – Los caballitos, Marcha de las letras, Negrito sandía, El ratón vaquero, Juan Pestañas – y la melodía circular, envolvente, húmeda de Ravel con que la XEQ iniciaba sus transmisiones a las seis y media, cuando mi padre encendía el radio para despertarme con el estruendo de la Legión de los Madrugadores. Al escuchar el otro bolero que nada tenía que ver con el de Ravel, me llamó la atención la letra. Por alto esté el cielo en el mundo, por hondo que sea el mar profundo.
Miré la avenida Álvaro Obregón y me dije: Voy a guardar intacto el recuerdo de este instante porque todo lo que existe ahora mismo nunca volverá a ser igual. Un día lo veré como la más remota prehistoria. Voy a conservarlo intacto porque hoy me enamoré de Mariana. ¿Qué va a pasar? No pasará nada. Es imposible que algo suceda. ¿Qué haré? ¿Cambiarme de escuela para no ver a Jim y por tanto no ver a Mariana? ¿Buscar una niña de mi edad? Pero a mi edad nadie puede buscar a ninguna niña. Lo único que puede es enamorarse en secreto, en silencio, como yo de Mariana. Enamorarse sabiendo que todo está perdido y no hay ninguna esperanza.
Apoyándote con el procesador de texto, realiza un documento donde:
a) Escribas una frase diez veces. (una por una).
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
b) Copies la frase diez veces. (ocupando la opción copiar y pegar).
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
Tan elegante y sobre todo tan hermosa.
c) Muevas las últimas frases a la parte superior del documento, (ocupando la opción cortar y pegar).
Al terminar redacta en el procesador de textos tus conclusiones sobre la necesidad de dominar las diferentes operaciones básicas de edición de texto. (Qué se te hizo más fácil, donde tardaste menos tiempo, si es que dominas las tareas básicas, etc.).
El primer ejercicio se me hizo un poco tardado ya que tenía que escribir una por una la frase y esta tenía que estar diez veces y fue un poco cansado, en el inciso b) teníamos que ocupar copiar y pegar y esto lo teníamos que hacer de igual manera diez veces en este punto estuvo fácil ya que todo se hizo rápido y por ultimo en el inciso c) de igual manera estuvo fácil. Con este ejercicio nos damos cuenta de que en algunas cosas lo podemos hacer rápido y tenemos mejor el control de las teclas y así nos tardamos menos en hacer cada punto o trabajo.